Guillermo, un dramaturgo empeñado en escribir obras clásicas… aunque venderlas no se le da nada bien. Un día, recibe un encargo inesperado: crear una historia pensada para el público del siglo XXI. El problema es que, a la hora de escribir en un lenguaje moderno, se encuentra más perdido que Hamlet en un centro comercial.
Desesperado, decide sumergirse en su imaginación y, sin quererlo, termina invocando a una Julieta completamente actual. Tan actual que se hace llamar La Juliet y aparece mágicamente en el escenario con ideas propias y cero ganas de ser la damisela en apuros.
Entre choques generacionales y confusiones lingüísticas, La Juliet—sin proponérselo —le echará una mano a Guillermo para traducir los versos originales de Romeo y Julieta al complicado dialecto millennial. Pero la cosa no queda ahí: Guillermo también le enseñará a La Juliet la belleza de los textos originales de Shakespeare. Juntos descubrirán que, más allá de las palabras, hay algo que nunca cambia: las emociones.
Y entonces surge la gran pregunta: ¿es necesario modernizar los clásicos para que las nuevas generaciones los entiendan o perderemos por el camino la magia de los originales?